"Haremos lo que hay que hacer", "es lo que hay", "no hay otro remedio", "minijobs o nada". El discurso de la fatalidad instalado como verdad absoluta, asumido como única alternativa.
Más allá de los intereses de los poderosos no hay nada, el esfuerzo solo debe recaer sobre los más débiles, sobre los que no ostentan la responsabilidad del desastre económico al que nos han conducido unos administradores ineptos e irresponsables, defensores a ultranza de bancos y corporaciones, explotadores y opresores de aquellos que les han otorgado sus cargos.
Sentados desde sus cómodas poltronas, ajenos al dolor que su estupidez y servilismo han ocasionado en la ciudadanía, nos recomiendan lanzar nuestra dignidad al estercolero por nada, porque nada es un minitrabajo que no genera ni derechos ni protección y que como única contrapartida tiene un salario miserable e indigno.
¡Entregadnos vuestro tiempo, vuestro cuerpo y vuestra dignidad! ¡Más vale la miseria que os ofrezco que estar comiéndose los mocos! ¡Enviad al carajo todos los logros conseguidos por millones de trabajadores que han dado su vida por mejorar las condiciones laborales! ¡Renegad de la cobertura de desempleo y de la seguridad social por unas monedas! ¡Rebajad con vuestra docilidad los salarios del resto de trabajadores!
Y, patéticos cobardes como estamos demostrado ser, aceptamos indolentes el órdago del desvergonzado neoliberalismo y entregamos sin pestañear lo que tanto tiempo, esfuerzo y sacrificio costó a nuestros padres y abuelos.
Reaccionemos, tomemos la iniciativa y paremos los pies a los que están expoliando nuestro patrimonio y nuestra dignidad, que sean ellos los que asuman los sacrificios, que arrimen el hombro si quieren mantener su forma de vida y el sistema que se lo garantiza.
A la clase trabajadora ya no le queda nada que entregar, ni ahorros, ni capacidad de endeudamiento, ni patrimonio, ya no hay nada más que perder que la dignidad y cuando la dignidad se pierde...
0 comentarios:
Publicar un comentario